Geografía en la calle

Geografía en la calle
"Porque allí van las personas del sueño a la poesía" Silvio Rodriguez

domingo, 15 de noviembre de 2015

Las cosas se toman un respiro


Terminé por convencerme que en este juego de azares en el que andamos no soy el único responsable de andar perdiendo objetos valiosos, ni tampoco el  pueril causante del extravío de personas incandescentes en las referencias de mis mapas. Al leer ese reglamento sin reglas entendí que si se me traspapelan de los días diagnosticados de la agenda; no  es por puro distraído, no es que no sepa resaltar los fechas/las cosas/ las personas importantes, no es porque me desagrade la planificación minuciosa de los actos, aunque realmente sí lo sea.

 Al observar el tablero interpreté que si los amigos, los documentos, las corazonadas se quedan olvidadas en los asientos desconocidos de algún ómnibus; o en el verde césped de algún parque a la hora justa en que se termina el agua del termo; o a la orilla de una cama donde uno hace todo lo que tiene que hacer cuando las sábanas son claras y el colchón es un poco confortable; no es porque le reste importancia que merece, tampoco porque no los sepa amarrar.

Al lanzar los dados comprendí que si a veces se apagan las luces de los faros que alumbran la calle en el instante preciso en el que camino solitario de noche; o se rompe la impresora justo cuando no cabe pretexto alguno que aplaque el enfado de no cumplir con la tarea; o al sacarme los anteojos no pueda reconocer en el otro la misma claridad que creía ver cuando el cristal enfocaba; no es que no sepa observar con atención el itinerario.

 Al mover las piezas dilucidé que si no estuve en la puerta de entrada de la casa para fotografiar con mis párpados al colibrí que se acercó a besar las flores del árbol; que si no pude anticiparme a la caída inminente de las paredes del yenga construidas con absoluta paciencia; que si me di cuenta tarde de que los billetes se habían desprendido de mis bolsillos mientras pedaleaba acelerado; no es porque no sepa controlar mis actos de puro navío desorientado.

Al avanzar en nuevos casilleros asimilé que si pierdo por goleada los partidos del amor; que si no recuerdo las páginas precisas donde se encuentran los versos de un libro que me hizo estremecer; que si volví a sentir junto a mí  a esa persona/objeto/sentimiento cuando olí en el aire una fragancia a primavera de otros tiempos; que si al despertarme un día la devoción por esa verdad que defendí con cuerpo y alma no es la misma que cuando salía a quemarme la barba; no es porque no sepa conservar los deseos estridentes a través de los años.

     Al mirar hacia atrás en este camino de azares recorrido  concluí que en realidad los objetos valiosos, las personas incandescentes, los días de las agendas, los amigos, los documentos, las corazonadas, los asientos de los ómnibus, los termos vacíos, las camas usadas, los faros apagados en las noches solitarias, las impresoras rotas, los lentes desenfocados, los parpadeos en las alas del colibrí, las pacientes paredes del yenga, los billetes desprendidos, los arcos abatidos en picaditos contra el amor, los poemas voladores, las fragancias imborrables, la devoción en la barba son quienes al fin y al cabo deciden tomarse un respiro, unas vacaciones de mí. Para no aburguesarse, para no perder el brillo, para no opacar su grandeza, y quedar en el recuerdo ardiente y sin alma. Porque son libres, tan libres que no se pueden amarrar ni en botellas de encapsular el tiempo. Y en ese goce de la libertad embisten sus seños hacia otros confines que los hospede, que los disfrute, los aprenda a descifrar en el aire. Y ojalá esos nuevos confines no les concedan cadenas aprisionadoras que les coarten su albedrío y les impida migrar nuevamente. Quizás al renovar el viaje nos reencontremos volando a la par con otras formas, en otros espacios, en otros tiempos; cuando por fin se cansen de estar cansados de mí y la necesidad de ese crucial respiro caduque, como también caducan las mejores cosas. 

T!nCh0

15/11/2015


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