Abandoné los juegos
calamitosos
Dejé de buscar manzanas
en los naranjos
Abofetee los raudales de
besos partidos
Sellé con plastilina los
roperos del recuerdo
y no soñé más ese sueño
acéfalo,
sin protagonistas
Me dediqué a ingeniar
laberintos de sonrisas
Planté un cerezo en la
comarca desierta
Afiné a paso lento las
clavijas del alma,
Y aunque el sollozante
frío la desafinaba,
Fui entendiendo el enredo
de mi acorde
Y me incorporé en una
armonía
Ahora anda mi boca
mostrando los dientes
Pedalea consciente del
tiempo que transita
Bucea solemne en los territorios
de la osadía
se estira para espiar lo que ayer era
imposible
paciente sortilegio en su
simpleza
fiel a la complicidad de
su almohada
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