Geografía en la calle

Geografía en la calle
"Porque allí van las personas del sueño a la poesía" Silvio Rodriguez

viernes, 26 de diciembre de 2014

Devoción, algarabía, el opio de los pueblos

Es raro pero a veces uno cree que ya ha vivido todo y no alcanza a discernir la posibilidad de los mundos nuevos por parir y la inmensidad de las sensaciones que se asoman tras el nuevo día. Es que hoy 9 de julio de 2014 será uno de esos días que quedarán girando en las mentes de cualquier persona nacida con el corazón dentro de las fronteras de este austral país. Montones de palabras se atoran en mi garganta con ganas de describir la emoción que brota desde el centro de mi aún nervioso cuerpo. Algarabía, descontrol, jolgorio, alegría. Tantas palabras sintetizadas en las lágrimas que todavía caen desde mis pupilas mientras escribo, habiendo pasado ya ocho horas de aquel mancomunado momento de eclosión. Tanta efervescencia despertada por el impactar de una pelota en la red no tiene explicación alguna, escapa a todo esfuerzo de racionalidad de mi parte, no cabe pensamiento que ayude a al menos intentar entender lo que genera este maravilloso deporte que es el fútbol. Gritar desaforado, con todo el sediento júbilo, entonar esa melodía desafinada y embarazada de gol mistificado. Explotar ardiente, como explota tristemente en este momento la Franja de Gaza con las bombas que hace estallar Israel y el imperio yankee sobre el pueblo palestino. Sin embargo, acá estamos abstrayéndonos de la realidad del mundo que nos compete, haciéndole frente a esta religión del balompié que no entiendo en qué momento logró imponerse de esta manera en nuestro ADN. Pedimos licencia a la hipocresía esta tarde, porque aquí estamos cantando el grito sagrado con toda la impunidad y las contradicciones que nos merece.

Salir a la calle con mi bicicleta después del último penal que entró con furia, como pidiendo permiso a la red, creo sinceramente será una de las situaciones más impactantes que me tocó vivir. No es necesario ser un erudito para darse cuenta que se estaba ante el acontecimiento popular con mayor trascendencia desde lo emocional, de los últimos veinticuatro años en Argentina. Papelitos caían desde los balcones y camionetas que colapsaban de gente excitada, sirenas sonaban desaforadas vomitando gloria saciada, abrazos se multiplicaban en miles, como se multiplican en un día común y corriente la indiferencia. Pero hoy el efímero tiempo nos juega otra pasada, hoy hay urgencia de abrazo con cualquier desconocido sin importar su clase social, hay urgencia de abrazo cómplice de emoción desfasada, hay antojo de abrazo por una extraña y tan efímera unidad. Caminaba anonadado, ebrio del delirio callejero y me pellizcaba para despertarme del sueño que estaba viviendo, pero el sueño nunca acababa, siempre quería ser realidad, era la realidad misma que se presentaba ante mis ojos con toda su bondad. Y ya que soñar estaba permitido, me atreví a soñar con una Argentina así de grande levantada y luchando por su segunda independencia, sin buitres azotándola; esa independencia que en un día como hoy festejamos disimuladamente, aunque el fútbol se lo comió todo. Me animé a creer que era la Patria Grande liberada que venía llegando con los colores celeste y blanco, y la victoria era un sólo puño, un ´solo canto revolucionario ahincado en la poesía impresa en los adoquines. Cuántas cosas podrías lograr querido país si tomaras el día a día con esta seriedad, con esta pasión, con esas ganas de mirar al de al lado y tenderle una mano. Pero hoy estamos festejando una unidad popular que sólo ésta pasión ha logrado despertar; y acá le damos irónicamente la derecha a Marx, la religión, o sea nuestra fe en el fútbol, es el opio de los pueblos. Pero créame señor barbudo que es opio me está permitiendo ver por primera vez al barrio en que nací de pie, transpirando alegría, jalando regocijo multiplicado por hermanos, padres, hijos, abuelos, vecinos, parejas, el sodero, el pizzero, y cualquier otro desconocido que se cruza frente a uno. Hoy ese don nadie es el hermano que llora como lloro yo, con esas lágrimas color del cielo que se esgrimen buscando el sol que le falta en su centro; el mismo sol que iremos a buscar el domingo con el alma y algo más. Hoy me quedo con esta pasión, con el corazón del fideo Di María en los dedos, con el gruñir combativo e incansable de Mascherano, con las tenazas en los puños gloriosos de Romero, la expectativa por una gambeta ensayística de Messi y la luz de esta luna casi llena que tanto nos ilumina en el frío invierno..

Demasiadas sensaciones por hoy, quizá con esto ya somos campeones en el campeonato de las pulsaciones, aguantá corazón al menos hasta el próximo partido donde cuarenta y cuatro millones latiremos con la misma intensidad, con la misma profecía.

Gracias a la vida, me voy a dormir.

Jueves 10 de julio 4:53 A.M.

T!nCh0
Gracias Liniers!

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