Geografía en la calle

Geografía en la calle
"Porque allí van las personas del sueño a la poesía" Silvio Rodriguez

sábado, 5 de febrero de 2011

Emprender el viaje





Emprender el viaje y salir a fundar nuestras verdades. Desafiar los miedos, la incertidumbre y los muros que el dinero intenta ponernos para no poder mirar que más allá nos está esperando un mundo entero con ganas de conocernos.

Emprender el viaje y dejarnos seducir por la aventura. Ser un pájaro migrante que sigue el sople del viento y la hermosa luz del sol. Pensar que cada espacio tiene un bello paisaje para mostrarnos, que es más bello aún si nos convencemos de que hay personas con corazones enormes, que nos están esperando con los brazos abiertos para formar parte y alimentar esta inigualable aventura.

Emprender el viaje y saber que cada historia tiene pueblos que contar, y que cada pueblo tiene historias que contar. Saber que el escenario que veremos en su momento está lleno de sonrisas, de tristezas, de luchas, de acuerdos, de trabajo, de desempleos, de calles, de casas, de canciones, de personas que viven y construyen su tierra recibiendo y reformando las obras de los antepasados. Porque somos un puñado de tiempo que nunca antes existió y jamás se repetirá. Por ello hay que saber dejar nuestra huella en cada lugar que pasamos, para que cuando la tierra termine de escribir el libro de ese pueblo, quizás ocupemos el lugar de una sola palabra que diga GRACIAS.

Emprender el viaje y sintonizarse con uno mismo, tendiendo siempre a encontrar nuestro equilibrio; el equilibrio que más feliz nos haga: gritando, saltando, bailando, pensando, recordando, llorando, sonriendo, callando, hablando. Lograr que esa sintonía nos cure de toda pena; que nos eleve nuestras almas y nos ponga en el cenit de nuestros días.

Emprender el viaje y sentir el respirar de la Tierra que nos hospeda con sus montañas, con su valles y llanuras, que nos obsequian el resplandor del mar; que nos brinda sombra con los felices árboles vírgenes; que nos guiña los ojos con los colores de las flores; que nos llama con el sonido de los animales; que nos ilumina en el día con su sol y en la noche con su luna; y nos ofrece con sus manos un espejismo celeste ( bueno en realidad a veces también es gris, blanco y otras negro) que encapsula con sus dedos cada molécula de oxígeno que permiten nuestro respirar también. Y así respirar juntos y entenderla como un ser vivo que necesita que las cuidemos, mientras tanto ella seguirá siendo igual de amable.

Emprender el viaje y no olvidarse de nuestras raíces que permitieron que seamos quienes somos ahora. Nunca alejarnos de la memoria, de nuestros amores, de nuestro hablar, nuestra escritura, nuestras canciones, nuestra gente. Tenderles un puente para que nos acompañen y se unan en la memoria de cada lugar donde paramos, sin que una se superponga con la otra; que sean compatibles, que se unan esas manos para nunca soltarse. Poder entrar en las culturas, ser parte de ellas, creer que tenemos en frente nuestro un hermano, una madre, un padre que también pertenecen a este tiempo y este espacio. Eliminar los prejuicios, los racismos, los inútiles nacionalismos. Mirar a los a la gente y entender sus problemas, su lengua, y seguir sus rituales y cantar sus canciones; dejar penetrarnos por sus modalidades y creencias, y que tatúen sus caras en nuestro corazón. Y así nuestras manos tenderán no sólo puentes, también calles, construirán casas y trenes que unirán nuestros lazos. Que humanizarán este planeta cargado de odio hacia el prójimo, por el miedo que el sistema brinda a conocer si el otro siente, si tiene problemas y si también quiere vivir como yo. De esta manera por nuestras manos no sólo transitarán mercancías y consumismos, sino verdaderas relaciones humanas que no tienen precio alguno.

Emprender el viaje y no tener un tiempo definido. El tiempo irá definiendo nuestro tiempo, nuestras ganas de seguir viviendo la aventura o el placer de un viajero satisfecho. Ese placer consumado en cada elemento de su mochila, en cada dedo en la ruta, en cada cerveza disfrutada, en cada mate compartido, en cada falta de comida, en cada energía perdida, en cada persona conocida, en cada risas que todavía resuenan por algún rincón.

Emprender el viaje y tener en claro que así como comienza en un momento termina. Saber que un viaje es como un libro: al principio incertidumbre y al final melancolía. Emprender el viaje con ganas de volver a emprender uno nuevo. Llevar incrustado en la sangre la pasión del nómade temporal, para ir descifrando los enigmas de nuestra vida y tener la certeza de que renaceremos con nuevos saberes y nuevas miradas en cada uno de ellos.

Me voy a armar la mochila, la ruta me espera

Salud!


T!nCh0

22 de enero de 2011 (escrito mientras atravesaba el desierto de Atacama)

1 comentario:

Anónimo dijo...

sin palabras. Hermosisimo!!!